Cuando cumplí los 20 años, le dije a una de mis amigas que quería tener una experiencia lésbica. Ella se asombró mucho porque no imaginaba que yo fuera de mente tan abierta y quisiera experimentar cosas como esas. Me dijo que buscara a chicas por internet para que les pagara por un servicio completo. Pero yo no quería eso, yo quería que las cosas se dieran espontáneamente. Así que un día me fui a un bar sola. Claro, hubo muchos hombres que intentaban ligar conmigo, pero yo iba en busca de dos chicas para hacer un trío.
Estaba ya muy bebida y no aparecía ninguna pareja de chicas que se interesaran en mi o yo en ellas. Me fui y decidí entonces arriesgarme a ir a un lugar de bar swinger. Ahí encontré a muchas parejas teniendo sexo y una que otra parejita de lesbianas besándose mientras muchos hombres las veían y se hacían la paja. Me acerqué y como ya estaba bebida les pregunté si podía unirme a ellas. Me miraron un poco raro, pero luego de ver todo mi cuerpo en ropa interior aceptaron.
Tomé la iniciativa desde el inicio. Comencé a besar a una de ellas en el cuello mientras a la otra le tocaba las piernas. Las dos se besaban y me tocaban los senos suavemente. Estaba tan lubricada y caliente que, si me hubieran metido un pepino, hubiera entrado de una. Quería que una de ellas, la morena de cabello largo, me besara entre las piernas mientras yo besaba a la otra.
Así que muy disimuladamente cambié de posición y me puse en cuatro, comencé a besar a una de ellas y la otra me hacía sexo oral desde mi vagina hasta mi ano. Era el perfecto trío de lesbianas.
Estaba sintiendo muchas cosas. Sentía como una deliciosa lengua jugaba con mi clítoris y lo mojaba hasta chorrear saliva. Mientras que por otro lado podía saborear la vagina de esa mujer de ojos verdes que me tenía embobada, gritaba de placer no había sentido nada igual en mi vida.
Luego de estar besándonos por 15 minutos, nos levantamos y fuimos al cuarto de placer, donde hay una cama gigante para cumplir todas las fantasías. Me acosté boca arriba y luego la morena se acostó encima mío para hacer un tijeretazo que me dejara sin aliento. Debo admitir que sentir su vagina mojada y llena de fluidos frotándose con la mía fue la cereza del pastel. Que cosa tan deliciosa. Y lo mejor es que mientras eso pasaba, la otra chica nos besaba y se masturbaba.
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